A veces el otoño
camina por la casa
y dora las paredes
reflejando la calle.
La tarde se hace árbol
y hojas la vereda
y hay suaves remolinos
que juegan a la ronda.
A veces solo a veces
la obscuridad me entorna
y cierro las ventanas
atesorando soles.
Y hay una brisa tenue
que mece los rosales
desvistiendo las flores
con caricias muy suaves.
El horizonte escapa
vestido de morado
y hay un silencio inquieto
en el bosque apagado.
Y así voy poco a poco
encendiendo la casa
abrigando los cuartos
para acunar la noche.
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