Si camina a tu lado
y te acompaña.
Si discute contigo
y te corrige.
Si no espera la noche
y te protege.
Si critica tus yerros
y te aconseja.
Si es tu amigo
y consuela tus pesares.
Si enterró tu cachorro o tu perico
y te armó barriletes de colores.
Si compartes el cuadro de sus sueños.
Si te puso de pie la bicicleta
y te infló la pelota ese domingo.
Si te arropa de niño y desde siempre.
Es seguro que ese hado
tiene nombre bien querido
y el domingo le debes
un abrazo agradecido.
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