Me parecen tus ojos dos gaviotas sutiles
y dos almas de encanto
que vuelan sobre el lago en lejano murmullo.
Si te miro, graciosa se te escinden los labios
esos labios tan cautos
de prodigios de sombras y romanos perfiles.
Y eres tú la realeza de mis noches de luna,
de los riscos huraños,
una doña encantada… encantada y serena,
aligeras la niebla que codicia la luna
cuando tocas mis manos
y también el embate de las olas supremas.
No te noto doliente en la noche sublime
de tus lindos ojazos,
de tu cuarto de rosas y de lecho sin pena.
Si me duermo en tus brazos arrugando el vestido,
el vestido de raso
que llevaste a la boda, el amor se me enreda.
Acaricio tus hombros con mis besos gentiles
que alimentan tus tardes
y se enciende la brisa como limpio capullo,
son tus manos de nácar como un manto de seda,
manos limpias y hermosas
donde guardo también mis callados abriles.
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