Magia plena me dio tu vida hermosa
al paso de tus años tan graciosos
que fueran muy floridos
como cestas de mimbres perfumadas
que guardan los manojos
y tiernos como rosas
que embriagan la fragancia
del toque más inquieto de mis horas.
Y en esa magia azul
puliste con tus besos
las álgidas aristas de mis días,
al ver pasar el tiempo
del golpe desvelado y cadencioso
de aquel lejano viento
de mi juventud airosa
y las ortigas malvas del momento.
Magia y cimbra me dio tu voz hermosa
en la invisible hora de la bruma
como en la nota del murmullo hiriente
y en esa blanca espuma
me sedujo, si, el rojo de tu boca.
Cuanta lluvia de luz en tu mirada
y en tus manos las lilas encendidas
y tú, como ninguna,
hoy rendiste la savia de tu vida
con tus graciosos y nimbados ojos
y a lo lejos la luna
brillaba sus reflejos
como venerable lámpara votiva.
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