La tibia vastedad del horizonte
nos alumbra desde lejos
y el mar con sus caricias habituales
nos regala sus reflejos…
besa la arena tenue del desierto
y nosotros amándonos estamos
como novios… hoy perplejos
sin dejarnos de mirar
y las bocas sangrando por los besos.
Cuantas lunas eclipsadas
y cuantas noches con antorchas vagas.
El velero del tiempo nos regala
la tenue soledad de la penumbra.
Y a los lejos siempre cantan
las voces más profundas del silencio.
Como novios desde siempre…
sin voz amarga… alma renovada
hoy volvemos los ojos al pasado
y subimos la cuesta ya empolvada …
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