De tanto reír y de llorar tanto
atormenté las penas de mi cuerpo
y pude ayer decir el suave canto
en mares procelosos y el desierto.
De tanto verte y de amarte tanto
mi nave la conduje hacia tu puerto
y pude navegar… así sin llanto
en arrecifes y en el mar abierto.
Y luego pude mitigar mi llanto
en la paja perdida en la maleza
y nadie socorrió tanta tristeza
al ver manchado mi sagrado manto.
Y en ese caminar, me duele tanto
el corazón, los pies y la cabeza
como el rosario que la Virgen reza
con su responso adolorido y santo.
|