Surcabas como ágil golondrina
dejando por los aires tu honda huella
y en tu alas de límpida doncella
quebrose el carmesí que te ilumina.
Era la tarde silente y mortecina
lejana como el sol que es una estrella,
era tu efigie seductora y bella
la imagen que quedose en mi retina.
Y en ese sueño que tal vez me incita
como duende sutil y muy travieso
me entrego a tus virtudes teologales.
Me inmolo en tu pasión en la mezquita
que pude edificar como un poseso
a nombre de sagrados esponsales.
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