Cuando en el cielo mi bandera ondea
me siento nuevamente mexicano
y así en mi pecho el corazón flamea
y extiendo a todos mi amistosa mano.
Hidalgo no la tuvo en los caminos
de una Patria dolida y desolada,
Morelos escribió nuestros destinos
como un santo, sin bandera ni alborada.
Después, el Ejército Trigarante
la tuvo en diagonal y con estrellas
para nacer de las insignias bellas
a nombre de una égida triunfante.
Verde como los campos mexicanos,
también blanca como la paz amada,
muy roja como sangre derramada
y un águila uniendo a los hermanos.
Es de México... esa mi bandera,
motivo de mi amor siempre rendido,
es mortaja del héroe no vencido
y el símbolo del alma mexicana.
En esa tela donde invoco el día
de mis triunfos y pasiones abismales
se guardan los sabores cenitales
de una patria con colores de sandía.
Es de mi tierra el sagrado manto
de toda mi pasión y mi porfía,
y al verla relucir siempre en lo alto
es mi filón de orgullo y alegría.
Quien con sus labios mi bandera toca
y adora de su suelo los confines,
recibe las plegarias de mi boca
y en el cielo lo arropan serafines.
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