No es tu voz ni tampoco el pensamiento
donde suele estrellarse aquel olvido,
ni el surco que deprime el sentimiento
como extraviada ave de su nido.
Es de ti misma el aire, sin aliento,
La substancial imagen de un quejido,
espiga y fuerza del sombrío viento,
ortiga, espina y cardo reprimido.
Tu voz venció al néctar de la nada
en un febril y dulce extravío:
como creer en Dios y en la templanza
de un solo desamor, de una mirada,
y de aquello que fue… y ya no es mío,
de un mendrugo de pan que ya no alcanza.
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