|
Hoy estoy infinitamente triste,
mucho más que una estrella desolada
o un ciervo hambriento y sin mirada
como una ave perdida de su nido
o una arruga de sábana olvidada.
Pues sí, estoy llorando el desafío
de palabras duras como el hierro
caídas sobre el lomo de mis días
en estas horas que se enfrían
del signo de acíbar y congojas
que suelen morirse cual las hojas.
¿A qué pedir entienda mis razones
de la mente coja y tal vez ingrata?
El perro hoy ladra y se ve triunfante
corriendo alegre a morder la reata.
Padece el pendenciero su ceguera
e insulta siempre con candente enojo.
el mundo nace en encendida guerra
y el insulto ingrato es su despojo.
No he de morir tal vez por nimiedades
de insultos levantiscos y agitados
o andanadas de un ciego pendenciero
que escupe su saliva hacia los cielos.
Largo despertar de noche enrojecida
ardiente boca de denuesto incierto,
¿a qué me sabe la tajante herida
si con el golpe desangraste a un muerto?
¿Quién te hizo rico, quien te da razones
a la luz de tu noche conmovida,
o el digno hombre que te dio la vida
regando su sentir a borbotones?
|
