Soñaba con el negro de tus ojos
y la sangre rojiza de tus labios
en la noche nimbada de canarios
y aderezada con claveles rojos.
Absorto y caído ya de hinojos
con tu sombra tejí los incensarios
y con sangre escribí aquellos diarios
del cáliz carmesí de tus antojos.
Antojos que me diste con encanto
en ardorosa y limpia transparencia
y pude seducirte… y entre tanto…
muy radiante y locuaz en tu presencia
y con dolor… como si fuera un santo…
lloré los humedales de tu ausencia.
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