En las vaguedades del tiempo
cuando me invadió la calma
y en los huertos de Dios
donde recibí a mi alma
nos encontramos los dos,
tomadas de la mano y
caminando por calles angostas
sin sombras ni alfombras,
guardados tus besos en el crepúsculo
de tonos color gualda,
los recogí silenciosamente
como extraviados romances
para regalárselos a los ángeles
y jugar contigo a continuar
nuestro coloquio, marital y festivo.
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