Luciste el talle con sutil gracejo
en la cuaresma amplia, efervescente,
adornando con magia aquél ambiente
de los charcos remedo de tu espejo.
Ibas sola y feliz, seguramente
risueña tu altivez y un claro dejo
que supo cautivar el fiel reflejo
de la plaza cubierta por la gente.
Jamás podré olvidar tu esbelto talle,
tus pasos resonando por la calle
en las baldosas ríspidas y frías.
Siempre recordaré tu fácil prisa,
lo regio de los trinos de tu risa
y el adoquín de tantas alegrías.
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