La vi que vino hacia mis brazos,
con sus ojos chispeantes,
su cara silenciosa,
conteniendo una sonrisa de verano,
y un gesto contagioso de esmeralda.
Reía la luna mientras se escondía,
y le doné mis manos y un beso,
al cielo de su alma enamorada,
también un pensamiento de violetas.
Creí que el mundo había dormido,
que una gaviota blanca a mi me hablaba,
y desperté soñando en ti,
en todos los anhelos que tu sientes.
Rompí mi llanto a golpe de alegría,
y recordé que tu y yo somos nosotros.
Partimos con lo puesto,
sin mucho equipaje,
a vivir entrelazados en el tiempo,
y amarnos,
eternamente amarnos.
|