Cuatro velas encendidas,
en un altar al amor,
eran llamas infinitas,
de luz y de color.
Tres columnatas marcaban,
los límites del corazón,
y una musa en el espacio,
mis manos acarició.
Tras su imagen misteriosa,
surgió la inspiración,
palabras entre las flores,
flores del jardin del alma,
¡alma! que siempre lloró.
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