Abracé aquel vestido, sus ropas usadas, y lloré amargamente, porque ellas ya no estaban, se fueron sin despedirse, con el lucero del alba. Se hundió mi faz en la conocida almohada, y percibí el aroma de ellas, sintiendo que me arropaban.
Abracé aquel vestido, sus ropas usadas, y lloré amargamente, porque ellas ya no estaban, se fueron sin despedirse, con el lucero del alba. Se hundió mi faz en la conocida almohada, y percibí el aroma de ellas, sintiendo que me arropaban.