No soy poetisa. Tal vez nunca llegue a serlo, pero en cada línea, en cada palabra y en cada letra se esconde un pedazo de mi, del mundo que me rodea e, incluso, de esos otros mundos que, estando fuera del alcance de mis manos, los siento como una parte de mi existencia.
Ahora que ya han dejado de cabalgar desbocados los potros de la juventud, he perdido el miedo a manifestarme como soy y, poco a poco, mis dedos se van moviendo solos, con calma, sobre el teclado, tejiendo las filigranas que mi cabeza ha ido diseñando con el paso de los años.
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