Me arrimo a la inmensidad,
en la que te he perdido,
y al hallarme aun vivo, desolado,
descubro el cielo y oriento,
mi afanoso sol de tu recuerdo.
Me alienta ese aire,
levanto el ancla y propago velas,
y me sustenta
averiguar cuánto te quiero,
luego, capitán,
conquisto el timón de mi barco.
Zarpo,
en busca del extranjero amanecer,
y con la brisa del mar,
a veces sueño con que me sumerja un huracán.
A estribor
persigo el desdichado esplendor de tu perdida
y turbulento la proa me guía al abismo
ya sin tu rumbo sostenido.
A popa ya extraviado en alta mar
si no te puedo aparentar
sirena te suelo imaginar.
Escoltan mis viajes moluscos y delfines
y los atardeceres son crueles
anocheceres sin tus besos.
Resignado,
mi brújula solo consigue orientar
el fondo del mar,
en el cual pronto mi cuerpo reposara,
no habrá restos de naufragio, ni S.O.S más,
también mi alma se ahogara.
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