Mis parpados caen pesados
cual cascadas al abismo,
mis ojeras trastornadas en escamas
se clarifican congeladas y me felicito.
Me tomo el cabello revuelto
y aun quiero correr,
y las jirafas usan mis pies
y los elefantes obstruyen mis caminos.
Me desabrigo la piel
y se derrama mi sangre,
¡Me despabilo!
y los camellos y los caballos
corren por mis venas,
y los leones
me devoran con sus dientes
de sabanas blancas
y cesan mis dolores.
Clamo mi sangre con triunfo
y las luciérnagas invocan mi descanso
y los duendes y las hadas
despiertan con mi sueño
Después reniego y me niego
y vuelvo a negar que existo,
¡No seré yo! Me digo:
Quien ha de pedir volver y…
Otra vez despierto,
y ya no queda nada,
ya no quedo, nada,
solo restos de mí,
¿cuando volveré a dormir?
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