Necesito una estación nocturna,
lúgubre
sombría, tormentosa,
en llamas.
Arrastrarme por ahí
como sombra
sintiéndome oscuridad
adherido al pavimento,
y con los reflejos, transformarme
en esperpentos.
Estar apropiado para delirar
mi desacuerdo existencial,
escupiendo mí rabia
y funeraria melancolía.
Cabalgar mi menosprecio
sin falsedad,
engaños
y desdén.
Aportar con trasgresión,
mi desaliento,
degradación,
y sufrimiento,
al febril anhelo de vivir y no sentir.
Agredir a los obstáculos
de la belleza artificial,
a la racionalidad mediocre,
a las injurias indolentes
desprovistas de arduo esplendor,
a la vivencia lucida
con absurdo objetivo justificado.
¡Basta!,
no ya no quiero ser acorralado
de tan basta elocuencia,
ni de mi tomentosa existencia...
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