Eres mi tristeza,
ya no puedo contemplarte como el cielo
sin sentirme como el mar,
azul en la luz
y oscuro en la profundidad.
Anulaste todas mis leyes
fungiendo con tus ojos
al mirarme,
el decreto de adorarte.
Ya es por democracia hablar de ti,
consta ya en mi constitución
el derecho de alabarte,
el libre albedrío a admirarte.
Estoy permitido a ser laico,
así que puedo creer
en todo tu ser:
en tus gestos de estrella,
o en tus lamentos de seda.
Erigí en honor a tu belleza
una grandiosa deidad en mi planeta
y le hago votos por las noches
al altar del de tu cabello,
(aquel que irradia el firmamento.)
Festejo el día en que te conocí
y te hago ofrendas
añorando aquel momento,
pero más triste que feliz,
festejo el día en que te perdí,
porque si dictadura llegaste,
sin mi autonomía te ausentaste,
no habiendo justicia en tus palabras
al alejarte.
Ahora que has acabado tu mandato
gobernare con tus recuerdos
y la creencia
de tu alma perfecta,
sabes que sería un crimen,
no escribirte,
no rezarte más a ti.
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