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alrededor de la calina sorda y cerrada la puerta
se abrazan los ramos como abrasados, debajo del árbol
la edad gloriosa del cielo promete partir quedándose quieta
el nectario de un jardín llega como chubasco, inesperado
las nubes no son sino una tristeza grotesca y febril, que
apoyada en mi ala derecha simula ser un hombro, o quizá
ciegos del aire los intersticios exhuman un aire fresco similar a
dos vientres que chocan y atestiguan su calor a la noche
ciega, que empuja con sus gotas de la lluvia el canesú
multicolor de la enrarecida realidad que no sólo atestigua
el resplandor mojigato del agua cayendo en hilos, y salpicada
la noche amplia y serena como tus ojos de hechicera
la luna ensortijada entre la bruma tirita una luz incierta
que no alcanzo a comprender, ni siquiera a tocar mirándola
es una servilleta de papel donde cayeron unas manchas de café
y miles de alfileres liados uno a uno en la sorda planicie
donde enrarecido me hallo contemplando en el charco
la luz empobrecida y los resquicios del silencio inquieto
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