No desespero si el agua, trozada en vapores,
se arremolina tersa, bordada de espuma
viniéndose a las orillas, como un gato
a mis pies húmedos que pisan la transparencia
como si de un puente rasgado se tratara
estás ahí, en espera de algo, de la lejanía
más remota, que intenta trasvasar la acequia
Ahí, donde dejaste la sombra, –el cernidor de luces
alquitarado y provocador de sueños, inquietante–
entretejido, entre la bruma y los sarcasmos del aire,
la yerba, embriagada de los sopores de las algas,
hace como que se cae del verde azulino y ocre
a los naranjas dormidos con algo de amarillo…
justo allí, donde nadie jamás ha pisado un borde
No desespero si tu sombra, abigarrada entre los trapos
descoloridos del alba, vaga despojada de si misma
puede que, recién nacida de los estertores de la noche,
divague fantasmal y luminosa por el agua, trozada en gotas
sus colinas, vestidas de nubes deshiladas, apuntan su
sed a las sonrisas florecientes de aquella estación desierta
donde duermen aletargados, el aire, el agua y algo de ti
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