Mujer de manos tibias que bebes el vino de mis besos
te fundes como el metal en la fragua de mis brazos
respirando la brisa perfumada de esta noche tan nuestra
transformas en canción la luz que entre tu pelo juguetea.
En el silencio nocturno un susurro de entrecortadas frases
viaja sin rumbo fijo entre los muros y una puerta cerrada
mientras el cielo afuera deja escapar sus estrellas fugaces
ocultos en las sombras somos melodía y voz, semilla y tierra.
En el inconmensurable mar de una pasión desenfrenada
escuchando el rugido vital, que de los cuerpos se desborda
navegamos sin velas, sin motor, sin brújula y sin remos
apasionadamente unidos como ayer, en un abrazo eterno.
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