Dos árboles cogidos de las ramas
quieren brincar a las aceras grises,
jugar a la rayuela, convertirse
en la voz de un camión blanco de helados,
tomar el velocípedo volcado
y pedalearlo al cielo en volteretas.
Quieren vestir de vejigantes
o caballeros en corceles; ser
acuarelas pintadas en cartón,
correr junto a los duendes: piratas de los parques.
o poder recitar descalzos
desde el henchido pecho de un zorzal.
Dos árboles admiran la hojarasca
cubierta de los ecos en las risas ausentes,
y el timbre de los sueños que acuartelan
en la tarima aglomerada
de los voraces días.
Arropa, aquel sendero de quimeras,
y los sorprende un terciopelo mudo,
con su cama de estrellas.
Dos voces se entretienen, entre hilos de plata,
cantándole a las horas desechadas:
—Ya mañana será otro día.
Silvas (2010)
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