Quedé mirando el cielo aquella tarde
rogando que su enojo abandonara
pero él sin más ni más soltó en mi cara
su furia y su poder haciendo alarde

Tal vez no pretendió que me acobarde
quizás solo quería que lo adulara
no se enteró que soy la gran avara
de elogios que no quiero me resguarde

Siguió con sus estruendos hasta cuando
la noche desplegó su negro manto
y pálida la luna fue asomando

Al verse relegado su quebranto
fue tal que hasta de mí se fue ocultando
y solo terminó ,ahogado en llanto

Mirta I. Pérez