Perdí las llaves de esa morada,
de ese paraíso de amor y libertad,
pensé que se cerró para siempre
pero desde su velada verja inmóvil
vislumbré un verso que revoloteó.
Clamé otro que hasta él llegó,
bailaron una bella danza de amistad,
se fundieron en un largo abrazo
y un precioso poema apareció.
Las palabras sustituyeron a las flores,
los árboles tornaron en poetas,
en jardineros, artistas del amor,
que aplaudieron aquella escena
con rimas de reconocimiento.
Todos aquellos ojos me miraron,
todas aquellas bocas me llamaron,
todos aquellos brazos se abrieron
para recibir a mi trémulo corazón.
Una llave de oro en mi mano apareció,
tenía grabadas letras de azul zafiro
que formaban la palabra “bienvenido”
y ahora mi alma llora y se abre mi boca
para emitir un roto sonido de gratitud.
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