Harto de esperar por ella
apostado en una esquina de traición
se me consumía aquel cigarro
mientras mis ojos no daban credibilidad
a la estática postura de las agujas del reloj
Juré que no volvería a pasar
Terminé de derretir en mi boca
el cigarro de chocolate
Con el regocijo de no repartir,
poco a poco también fue mío
aquel verde reloj de caramelo
Miriam llegó diez minutos tarde
con una conocida excusa:
no encontraba su muñeca
Hace más de dos horas
que no le dirijo la palabra
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