No te quiero con flores en las manos
ni con lágrimas a la entrada
del páramo férreamente vallado
cuando mi alma
—perforada por extraños anélidos—
no sea tuya
Te quiero ahora,
pero llana, descalza,
con besos sin flores
con lágrimas de aliento
a la entrada de mi casa
donde te espera impaciente mi deseo
ahora que mi cuerpo es tuyo.
|