Te esperé hasta el final
del tiempo de la espera.
No llegaste tarde.
Ni nunca.
No llegaste.
Ni nunca te fuiste.
Creo que no tocaste mi mano
ni pisaste mi arena.
Todo fue un sueño.
Un sueño que derritió la esfera del reloj
robó los números del tiempo
y convirtió el mes de julio
en un año de julio
en un siglo de julio…
en un siglo eterno de julio.
Un sueño detenido
que espera tu partida
de ese sitio donde no estás
y la llegada a este sitio
donde
ya,
no estoy.
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