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Gala y vida tenía el destino heroico
que ofrenda el tiempo
de mis horas feriadas de estudiante
y con estricto apego
compartí duendes y el sabroso sueño
de lecturas, onduladas unas
y las planas otras y el sabor risueño
del dolor dulzón y a la vez distante
de la luz de luna.
Gala y vida tenía la fe sombría
de los libros serenos de mi vida
y pude disecar las margaritas
de blancas hojas
luego mirar lejanos horizontes
bajar también las cuestas,
llorar las viejas cuitas…
negar idolatrías
y cortar los abrojos de los montes.
Gala y vida tenía mi vida entera
escrita en mi leyenda
de emociones que corren desatadas
en patios y los muros de la escuela
y en los idilios.
Poemas y derroches de algarada
las fiestas más ilustres
los santos de la Iglesia con sus flores
en altares, sus cantos y sus poces.
Gala y vida tenía el festín con brío
nunca fingido
de aquella muchachada tan risueña
y en esa linda comunión de abrazos
donde retoza el corazón sin dueño
olvidé mil fatigas
restañando heridas
y con perenne y delicado empeño
colmé mi vida de rumboso ensueño.
Del ensueño que corre por pasillos
donde ha quedado sepultado
para siempre el fastidio,
del ensueño que vestido cual fantasma
que lleva el ruido de la fiesta
el diorama
de la ofrenda y de la calma
de un futuro generoso
y la vida y sus manjares que deleitan
el pasado, el presente y las historias
de todo lo llorado.
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