Seré tal vez como la voz perdida
del eco que resuena en la montaña
como el ave que anida en la mañana
y deja entre las sombras nueva vida.
Como el filo del hacha redimida
que abre maderos al fragor del golpe
o como la fiera que con fuerte tope
produce en la carne rasgón y herida.
¿Seré tal vez en mis ochenta años
el duende místico de los armarios
curandero inútil de desengaños
o el fiel devoto de imposibles varios?
¿Seré tal vez en mis ochenta abriles
el hombre tosco que a la Virgen reza
el nuevo dueño de cien mil barriles
del mosto dulce de sutil cerveza?
¿O seré tal vez fuego dormido
que no calienta ni da su abrigo
a los dolores ni a un quejido
ni a los penares de un buen amigo?
Por eso busco la dulce veta
del sueño casto que bien gravita
en estos años de fe infinita
que hoy suscribe el fiel poeta.
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