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Hemos vivido muy juntos
nuestras vidas provincianas,
yo peinando mis canas
y tú sembrando cariños
en una casa asoleada
en donde crecieron los hijos,
cuatro retoños que han sido
como festivos navíos.
Llenaste nuestra terraza
del aroma de las plantas
con sus muebles tropicales,
con tu presencia encendida
y tu fragancia exquisita
donde pasamos las tardes
de los meses calurosos
con agradables visitas.
Y en las noches otoñales
vimos lunas primorosas,
con el canto de los grillos
y mil estrellas fugaces
mientras los sapos y ranas
orquestaban el ambiente
de humedales donde esconden
bulliciosos su semblante.
Fue nuestro Tuxtla querido
un horizonte dichoso
con su calor nuestro nido,
de amistades bien dispuestas
para ayudar al amigo
al que daban lindas fiestas
y de ser indispensable
te regalaban abrigo.
No volveremos a ser
los amantes, como antes,
pues hoy tenemos la suerte
de vivir fortalecidos
por la ausencia de los hijos
que al volar hacia sus nidos
nos obligaron a ser
dos amantes… más unidos.
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