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El amor es mundano
y en ocasiones, lo adivino,
suave como el viento
pero a veces ardiente como el fuego
como arca que navega en el hechizo,
nos deja sin aliento
con paz, con impaciencia
se escribe en letras del candor sumiso
y cumple alegremente su destino
con dolor, sin compromiso.
Lo pido con codicia
en la tarde de aventuras
y en la noche quebrada y más oscura
del tiempo sin pasado
cuando endulza mi delicia.
Lo quiero tal vez
fecundo en la primicia
como aquel pan que mi hambre satisfizo
en la cuaresma huraña
que carga como eterno beneficio
el tiempo juvenil en la explanada.
Cuando peca el amor
en las torcidas calles sin vestigio,
acusa efervescencia
y cubre con sus dardos los campos temerarios.
Amor… de mil maneras entregado,
amor… dulce alegría,
amor… triste franquicia
y luego así por siempre amamantado:
amor de faz eterna… amor de mi pasado.
Las naves de mi drama
hicieron del amor como portal de hastío,
presente soledad
sin fin, sin historia y sin principio,
pero tienen también perenne sacrificio.
Es el amor el infinito de las sombras,
la luz desesperada,
la imagen del sagrario
y el ancho vado que tan solo nombras
al procurar alivio.
El amor es también impertinente
y un puño de congojas,
caminante a veces ciego que se pierde
en la maraña opaca de las horas
en transitar sereno..
Fugaz, impertinente
cuando el corazón arde como brasa,
tal vez ya removido
y luego fecundado
en el vientre preñado de tristezas.
El amor es además
audaz como el intento
y flama que se enciende,
la lírica ilusión del fuego lento,
la boda tan distante,
es el rincón de mi nocturna casa,
esplendor perecedero
y la virtud en donde todo pasa
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