Era jardín su llanto
su tez enredadera,
era su suprema mano la primera
evocación del sueño
y su voz el dulce murmullo de su canto.
Era el divino brillo de su pelo
como la cascada azul
que cae del cielo y rompe la vigilia de mi tiempo
y toda la grandeza
en el otoño amarillo de destellos.
Era su boca roja como sangre
granada, como el sol ardiendo
dos labios prisioneros
en la tibia tarde
y una sonrisa limpia desafiando al cielo.
Era tangible como un huerto
y sutil como neblina en la mañana
altiva como reina coronada
ilusión serena
e infinita flor no deshojada.
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