Queja y llanto sembró la tolvanera
en los tiempos del salterio
y en las noches de mi Patria adolorida
cuando los cañones imitaban mil ruindades.
En el norte Pancho Villa
hechizó las tempestades,
con el genio y la espada de Felipe,
el de los Ángeles,
y en el sur, el caballo de Zapata
pisoteó a los rapaces
y en el Zócalo de México
sonaron los clarines y siempre
se escucharon las sonoras voces
tan locuaces… de ciertos paladines.
Queja y llanto, vivió mi Patria amada,
en la Trágica Decena,
cuando cayera de muerte herido
don Francisco I. Madero
y también José María, el
vicepresidente Pino Suárez,
¿y quién no sabe de las felonías
de Victoriano Huerta, el
que traiciona y mata
al gran héroe civil de Chiapas,
don Belisario, sí… Domínguez?
Queja y llanto sembró el desconcierto
del tiempo actual y breve
de los Partidos que nada les conmueve
ante un pueblo que de hambre llora
y de harapos viste, vive y muere.
Y a nivel del huracán
de donde parte el viento
mi Patria se hunde en los mares procelosos
y cual copo de nieve que nada vale
se la lleva el tiempo y se hunde
en la ventisca que azotó a la nave.
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