Me escondo de tus ojos
como niño travieso,
tal vez como agua de verano
en el hostil desierto
y tus negras cejas
como dos arcos triunfales
parecen gaviotas volanderas.
¿Me ves de verdad
o sueño tus miradas mañaneras
tan blancas como los azahares
puros de las fiestas prenupciales?
El viento se acurruca en tus pupilas
como viejo desvalido
en el pórtico de una iglesia
y tu pelo vuela armonizando
la fiesta de tus hombros,
dos balcones situados con
gracia en tu pudibundo cuello.
Tus ojos me son insondables,
como laberinto de Creta
y caigo en sus pupilas
hincado como polvo pasmado
ante una fragante rosa solitaria.
Cuantos besos dormidos en mi sueño
y cuantos sueños rendidos en tus ojos.
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