Un farol muy andaluz
y una nena sevillana
dos requiebros de unos ojos
y una tristeza temprana.
Calles van y calles vienen
en los pasos que desgrana
el trasplante tan ardiente
que en tu puerta huele a flama.
Y un perro ladra a lo lejos
como toque de una diana
y la luna como espejo
en las calles empinadas.
Ese farol hoy destella
de las noches bien la calma,
los huertos de los olivos
y las sombras de mi alma.
En las cumbres del olvido
el farol nunca se apaga
e ilumina siempre el nido
de mi tierra de oro y plata.
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