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Mar y arena tenía el firmamento
con su cielo nimbado de ilusiones
y suave como el viento
cayó la tarde eterna
en la llanura heroica
de nuevas, singulares emociones.
En ese mar azul como ninguno
se puso en mi esperanza el Sol, testigo
de tantas sensaciones
pintando al horizonte
de lilas y amarillos
y algunos resplandores de Neptuno.
La arena prodigiosa
onduló la fineza de las playas
y diole con sus sombras a la Luna
la huella redentora de mis pasos,
la altura de montañas
y la forma caprichosa de las dunas.
Mi vida la alegré con las arenas
que entraron despaciosas a mis ojos,
surtí con ese humor las cosas buenas
el ruido de marismas,
la astucia inverosímil de las horas
y el rapto de cuestiones pasajeras.
He de volver al mar y a sus arenas
al amplio corredor de sus distancias
tejido con palabras,
al norte redentor de sus esencias
y al amplio litoral
de aquellos mis dilemas,
que suelen transitar entre las olas.
Puerto Arista, Chiapas. 03-II-2014
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