Como si fuera la corriente amarga
de una laguna plagada de dilemas,
cayose de mis manos fina daga
al ver lo espeso de aquella tu melena.
De esa melena que sentí en el pecho
furtiva y reptando cual serpiente
cuando acostados en el blanco lecho
profesamos con ardor... lo que se siente.
Mi celo declinó cautivamente
al sentir la sortija de tu pelo
y la daga brillaba impertinente
en las baldosas del lejano suelo.
Entonces mi pasión… cayó serena
en mi pecho por demás cautivo
y la daga tocando tu melena
te rubricó el perdón … dubitativo.
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