Eché raíces
al agua de la noria
y al cruento pedestal de los caminos,
sin sol, sin luz, sin monte…
en la hondonada virgen del destino.
Eché raíces como árbol solitario
y cubrí con mi sombra los vestigios
de la pagana rosa de tus ojos.
Hoy, en mi entorno inquieto
me arraigo a tu regazo
y beso tu mejilla redonda y tierna
como novio adolescente
y con las mismas raíces quiero
deslindar el impromptu racimo de tus besos.
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