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¿Es el deseo una pasión del alma, del cuerpo y de la avaricia
o la sencilla sed de poseer sanamente y hasta el infinito?
Dicen que desear es querer y también añorar lo ya querido.
Cuando el deseo es irracional es siempre sucio, irreverente,
arrogante como perro de casa fina. Se esconde regularmente
en la mentira, ya sea por un capricho o por una porfiada
necesidad.
Cuando se desea a una mujer limpiamente entonces nace el
amor pero si ese deseo es obsceno estamos ante la lujuria.
Hay deseos limpios y también los hay sucios. En el primer
caso tenemos como ejemplo señero el pedir a Dios por el
descanso del alma de los muertos, en el segundo, la tendencia
a matar virtualmente a nuestros enemigos con nuestros negros
pensamientos.
Hay deseos difíciles de conseguir pero no imposibles, como el
de mi sueño consistente en que los mexicanos radicados en
los Estados Unidos recuperen de la forma que les plazca los territorios
que nos robaron en una guerra injusta y desigual los gringos, para crear
en ellos una nueva nación que se llame Aztlán.
Algunos deseos son imposibles, como el de aspirar a que los
mexicanos nos volvamos puntuales, veraces y honrados hasta
la pared de enfrente. Ya lo decía un ex presidente: -“Todos
los mexicanos tenemos la mano metida en la bolsa de algún
compatriota”. Ciertos deseos son cómicos, como el de esperar
que la democracia y la justicia sean algún día una realidad.
Mis deseos suelen ser simples: deseo que mis afectos me deseen
salud y buena suerte y que la gente entienda que el éxito en
esta vida no radica en poseer ropa de marca y automóviles de
medidas mega tónicas. Es el deseo un valor descrito en la palabra
de Dios cuando nos dice: -“No desearás a la mujer de tu prójimo”.
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