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Ayer vi entre sueños
ese mirlo que vuela en la pradera
con sus alas azules
del increíble imperio de las horas
que adorna la vereda.
Cantaba muy ufano
con su suave clarín, entre canoras
y siempre alebrestadas
avecillas del monte edificante
en donde siempre moras.
Nunca dejó su canto…
al regalarnos del glorioso instante
su voz muy bien timbrada.
Y luego el mirlo con parlero encanto
se aposentó en tus hombros.
En la plegaria inicua
de la tarde perlada de mis sueños
entre las dulces sombras
calló el mirlo rendido de mirarte,
y unidos como antes
continuamos tomados de las manos.
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