Eres mi todo y la turgente rosa
que en las tardes mi amor siempre reclama
con la impecable urdimbre fervorosa.
La santa voz que me habla y que me llama
con acento de toques maternales
y el fulgor encendido de una flama.
Y eres gota que inunda manantiales
de campos ardorosos y gentiles
urgiendo mis pasiones abismales.
Me diste tus ardores juveniles
en la cumbre de toda tu pureza
con el toque febril de tus abriles.
Eres mujer que a solas llora y reza
en las noches dolientes el rosario
y firmas con el alma tu entereza.
Navego por tus mares, solitario,
con la velas henchidas de esperanza
y soy de tu razón un mercenario.
Tu vientre como tierra de labranza
recibió las primicias de mi vida
y a veces en mis sienes baila y danza.
Si te doy mi pasión enternecida
en medio de un triste ventisquero
notarás la señal de mi partida.
Turgente rosa por la cual yo quiero
rozando con mis labios tus espinas
sentir la espiga de tu amor cimero
y ser el templo por el cual caminas.
|