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Espesa nublazón en la porfía
por exigir mi amor espirituoso
pues sabe el corazón más tormentoso
cómo... por siempre te dijiste mía.
Mañana explicaré en sintonía
estos versos absurdos y profanos
y luego entenderás como nos damos
la nota siempre azul de la elegía.
De pronto encontraré en los arcanos
la fuente inagotable de tus rezos
y encenderé la antorcha de tus besos
con el fuego explosivo de mis manos.
Sí, adicta al amor, y no insidiosa,
mujer tan noble como el alma pura...
he de quererte con sutil locura,
eres mi cielo, mi adorada diosa.
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