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Nadie imita mi voz ni mi lamento
ni las cuerdas tañidas de mi lira,
el verso que tras frondas hoy respira
es forma personal del sentimiento.
Es tal vez sin saber, mi propio acento
la esencia superior de mi infinito.
El alma vive en majestuoso grito
y la ilusión se pierde como el viento.
Nadie entiende al poeta en su momento
cuando escribe sus cuitas sin pasado,
ni al escritor -tal vez- ya derrotado
que esgrime sin pasión, sin argumento.
Se escucha siempre la palabra escrita
cuando es universal en sus fervores,
si tiene la ilusión de los amores
que nunca el tiempo ni el dolor marchita.
Nadie llora por otro ni lamenta
el infortunio del vecino herido
ni pregona en las ferias un corrido
que cante al desamor en propia afrenta.
La voz es emoción, plegaria humana
que vibra de dolor o de alegría,
es el abrigo de la noche fría
o es manto celestial por la mañana.
Nadie puede sufrir lamento ajeno
ni causa injusta por demás perdida,
el hombre gime si se va la vida
y Dios lo acoge con mirar sereno.
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