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Julio Serrano Castillejos


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El espontáneo

Se llenan ya los tendidos
de toda clase de gentes
para ver el paseíllo
de los toreros valientes
De la puerta principal
salen dos mozos morenos
con sus trajes de alamares
y con los rostros sedeños.

Con taleguillas muy justas,
las chaquetillas bien puestas
y sus monteras hirsutas
saludan al respetable.
Se escucha “El Cielo Andaluz”
y un ¡ole! en toda la plaza.
Con el alguacil bien montado
avanza un caballo de lado.

En los tendidos de sombra
las mozuelas ya se sientan
con claveles perfumados
y sus rumbosas mantillas.
Se difunden mil sonrisas
y aromas de la esperanza
en las barreras de sol
y el clarín sus toques lanza.

Al terminar el paseillo
saludan ya los toreros
al señor juez de la plaza
como homenaje cimero.
Con los capotes y esmero
simulan sus limpios lances
de brazos siempre dormidos
con el percal en balance.

Nuevamente los clarines
se escuchan con los timbales
y un miura sale con furia
de la puerta de toriles.
Sediento de sangre el toro
resopla fuerte en la arena,
las mujeres se santiguan
y le rezan a Macarena.

El miura corre muy suelto
cuando lo citan de largo.
Preceden las chicuelinas
y luego con gran letargo
las estatuarias gaoneras.
Un manguerazo divino
nos recuerda al gran Villalta
y con capote muy fino
se cierra la serie ¡Qué tanda…!


Pronto se ven los caballos
con picadores en monta
y los ánimos se escuecen
ante la suerte tan honda.
La gente grita violenta
a la “carioca”… muy fuerte
y como la bestia ya empuja
repiten luego la suerte.


Clarines y timbalero
piden el cambio de tercio
cuando de atrás de las tablas
un mozalbete se brinca.
Le dicen el Espartero…
flaco, muy alto y sereno,
peinado de raya de lado
sacude luego su pelo.


Se encuentra solo en el ruedo
con un astado muy fiero,
de trapío y de pelaje…
mira al muchacho tan luego
lo cita con saltos de frente
con una muleta más rota
que su alma prendida del cielo.
De arriba le gritan ¡malage!


El torito ya rabioso
parece que huele la arena,
pero mira al espontáneo
y remueve la cabeza.
Luego enviste de frente
recordando su fijeza
y recibe suavemente
un molinete de lado.


Tres derechazos seguidos
a la gente desorientan
pues la muleta es más chica
que la lengua del astado.
El pase del imposible
llena la plaza de niebla
y el muchacho lo repite
y al toro en la arena siembra.

El “maletilla” con sorna
levanta la mano izquierda…
al juez de plaza señala
y luego se para en la sombra.
Camina hacia el toro, burlesco,
la muleta tira al suelo,
se perfila ante el astado
y la cara levanta al cielo.

El espontáneo simula
una estocada certera,
eleva luego los brazos…
mira hacia arriba encastado
sediento siempre de gloria.
Y así se acaba la historia
de un espontáneo valiente
que ha burlado a la muerte.








Julio Serrano Castillejos

Copyright © Todos los derechos reservados.

Publicado el: 09-03-2007
Última modificación: 10-03-2007


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