Cansada del esplín de tu tristeza
te hundiste en las caricias de mis manos
y fueron tus lamentos tan humanos
como un responso que a la virgen reza.
Aspiré de tus labios un lamento,
miraste hacia mí y nos besamos…
tomados otra vez de nuestras manos
unímonos los dos en pensamiento.
Rompiose la ilusión de cruel tormento
en aras de responsos virginales
y así aspiré tus labios matinales
en las frondas teñidas por el viento.
Luego surgió el esplín de tu presencia
en la cascada egregia de tu pelo
cuando entregaste al réquiem de mi celo
el renovado azul de tu inocencia.
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