La espina del rosal cayó vencida
al penetrar tus carnes ruborosas
pintando de color todas las rosas
la sangre que brotó de aquella herida.
Desde entonces adorno con tu vida
mis versos y también todas mis cosas,
las horas más felices, caprichosas,
de amor el manantial, pasión vertida.
Desde entonces decora tu presencia
la nostalgia de todo el sentimiento,
luz y sombra de aquel mi pensamiento
y manto eterno de tu pura esencia.
Por eso aquella espina enmudecida
cayose del rosal con gran tristeza,
perdiéndose por siempre en la maleza
al ver sin cicatriz la vieja herida.
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