Y creo que por cada viernes doloroso
siempre habrá un domingo amoroso.
Creo que a pesar que el mundo se vista
de tinieblas y se deslave la tierra
en alguna parte aún existe el amor;
que la esperanza se resiste
y vuela buscando los rayos del sol.
Aunque ande esa esperanza, a veces,
por cielos densos
como esos llenos de frío
cobijando los niños sin techo,
o quede arrugada en una bolsa vacía
arrastrada por el viento indolente
recorriendo las calles del olvido
de esos estómagos hartos de hambre
o de esos ríos desbordando
las órbitas del desaliento
que acaban con la niñez
y con el sentimiento...
Pero creo en Tí
porque creo que después de cada viernes,
pasando por el sábado del silencio
con la negrura cubriendo el pensamiento,
vendrá el domingo que ilumine
con la luz de esa esperanza
los caminos que entretejen
los hilos de cada corazón;
vendrá la brisa que refresque
la ilusión olvidada en el dolor;
vendrá la tarde serena
plena de la calidez,
-regalo del día soleado-
que acompañará los pasos
hasta la noche sin pena.
Creo en Tí, Señor, que sufriste
hasta lo inimaginable
y, aún así
ofrendaste tu vida
por cada ser,
por amor,
por mí... por tí...
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